martes, 1 de noviembre de 2011

Su voz es indefinible y se encuentra entre el placer inexperto y el grito desesperado


¡Ajá! Te encontré. Mi alma gemela, andabas escondida.

Ahora es cuando me pregunto dónde habías estado todo este tiempo. ¡Cuántos años perdidos! Apareciste de no sé qué lugar y te plantaste en mi vida para hablarme de todo y de nada al mismo tiempo, viniste para completar mis horas muertas, horas que de repente se llenaron de vida gracias a tu presencia.

Sabías que me faltaba un rinconcito por ocupar, y tú llegaste para decorarlo. Gracias por acomodarte tan bien en él, entre mis manías y mis preferencias, entre mis teorías y mis interrogantes, entre mis incoherencias y mis coherencias, entre mi histeria y mi calma. Por otro lado, gracias por compartir todo aquello que es importante para ti. Créeme que sé cuán trascendente es... Soy como tú, ¿Recuerdas?

Me gusta el equipo que formamos. Almas paralelas, ninguna por encima de la otra, no nos hemos juntado nunca, y sin embargo vamos en la misma dirección.

Y es que de repente encuentras a alguien con quien compartes miles de cosas, y no te queda más remedio que sorprenderte y sonreír.